lunes, 1 de junio de 2009

La gota del tiempo

La gota del tiempo se detuvo a medio camino entre el cielo y su destino. Tembló con la brisa y deformó su figura. Era una masa informe y ondulante que no se atrevía a seguir la loca carrera a través del espacio para no perturbar la unión de nuestros cuerpos. Todo parecía vibrar a nuestro alrededor.
El peso y la tibieza de tu piel tocando la mía, accionando cada receptor y saturándolos con sensaciones, me hizo estremecer. No sabía como escapar, y no quería escapar de allí. Eras tú suspendiendo mi tiempo, retardando la inminente caída para que yo pudiera saborear de esa burbuja con cada uno de mis sentidos. Entonces te tomé y te suspendí conmigo.

Cuando la gota no pudo soportar más las vibraciones que intentaban desfigurarla, cedió de manera brusca y nuestros cuerpos sucumbieron. Caímos exhaustos y la gota retomó su viaje. Nuestros corazones desbocados disminuyeron su ritmo. Entonces respiré más lento y acomodé mi respiración a la tuya mientras acariciaba tu espalda.