viernes, 2 de mayo de 2014

Presagio

La madre molía trigo en la piedra, mientras la niña amoldaba el catuto con sus manos heladas. El niño acuclillado al lado del fogón, tiró unas ramitas al fuego y trazó un signo en el aire: los carbones lanzaron chispas que inundaron el lugar. Mal presagio, dijo la madre, sin dejar de mover la piedra, con aire despreocupado. Hacía frío esa noche y el aliento se condensaba al salir de la boca. El niño salió a buscar más leña para avivar el fuego.
Ya volvía con el atado sobre el hombro, cuando el viento iracundo lo hizo retroceder unos pasos revolviéndole las ropas y el cabello. A lo lejos, se oyó un ruido de gritos y relinchos desesperados, y a través de la espesura creyó ver unas luces vacilantes. Adentro, madre e hija se miraron con asombro, todo estaba pasando tal como lo había dicho la machi. 
Al otro lado del monte, el padre que volvía a la ruka pudo ver con más claridad: se acercaban los invasores con sus ropas relucientes, sobre bestias gigantescas. En ese momento, todos tuvieron la certeza de que no alcanzarían a ver el invierno.
 (imagen obtenida de: http://www.fund-edlb.org/postales.htm)