martes, 2 de diciembre de 2014

Lo que dejamos en el camino (2da parte)

...esta vez lo dejamos para que el viento, la lluvia y el sol hagan con ello lo que les dé la gana. No hay que guardarlo y no aparecerá a la vuelta de la esquina. El tiempo impide que lo que dejamos vuelva a nosotros tal como lo vimos la última vez, porque todo muta, se desgasta, crece o muere.

Lo que dejamos en el camino que le sirva a las aves y a los animales y que los viajeros incautos que se encuentren con ello rían, lloren o mediten porque...

Lo que dejo ya no me pertenece y no lo quiero más.

1era parte:
http://ergo-floris.blogspot.com/2010/02/lo-que-dejamos-en-el-camino.html

lunes, 22 de septiembre de 2014

Mutualismo

"El mutualismo es una interacción biológica entre individuos en donde ambos se benefician y mejoran su aptitud biológica"

¿Estaré mal con querer a alguien en quien poder refugiarme? Alguien a quien acudir sin mi coraza de invencible, imbatible, para cobijarme como conejo asustado, como el ser herido y quebrado que realmente soy.

Esa persona  tendría, además, que conocer y tolerar una parte de mí que nadie más debe y eso es  por lo menos egoísta; utilizar el afecto de ese alguien especial para mi beneficio no es justo... a no ser que esa persona hiciera lo mismo conmigo. Y si lo hiciera, entonces ¿Quién quedaría para seguir adelante y sostener las cosas en los días grises?

Me confundo.

"¿Cómo ha de ser posible que dos seres heridos se sanen mutuamente?"

Tal vez, la respuesta esté en la relación de la abeja y la flor.


Strangers, Yoko Kanno.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Por causa de las flores

Llega una señora a la oficina con un ramo de flores y yo miro la extrañada pensando en por qué viene a dejarlo acá, luego recuerdo que ella es la florista de la empresa. Me saluda y pregunta por mi mamá, le respondo que está bien. Entonces va y me pregunta si sé que ella me conoce desde pequeña “desde que naciste”, me dice. Yo le respondo que no, un poco recelosa de lo que viene; después de la muerte de mi papá mucha gente extraña se me ha acercado a decir que me conoce y la mayoría de las veces es bastante incómodo. Pregunta si mi mamá me ha contado de una mujer que había perdido a su hijo en el parto y que compartía habitación en el hospital con ella cuando nací. Abro los ojos asombrada y digo que sí, que me sé esa historia.

Mi mamá me había tenido hacía poco, estaba en la sala de maternidad conmigo y una mujer en la cama de enfrente lloraba desconsolada por su bebé. Madre me miraba con una mezcla de alegría, alivio y culpa. El problema era que no tenía leche y yo tenía hambre. Entonces, en un arranque de compasión, sentimiento de protección, empatía o quizás qué cosa, le pidió a esta mujer que me alimentara. Tenía mucha leche y nadie a quién dársela, yo tenía hambre y mi madre se sentía cada vez más frustrada.

“Yo parece que te amamanté”, me cuenta la florista con la cara sonriente. Es tan rara esta sensación, demasiado íntima para mi gusto. No es como que alguien viniera a decirme que me cambió los pañales o me hizo dormir; no, esto es más potente. “¡Ah!, usted fue como mi mamá nodriza”, le digo, sin pensar mucho y sin poder quitarme el asombro. Ella sólo sonríe. Luego cambia de tema y me pregunta si puedo ayudarla con algo que tiene pendiente y respondo que sí, que no hay problema. Al final me pide que le dé sus saludos a mi madre. Mis ojos se quedan pegados en los pétalos amarillos que veo salir por la puerta “no quiero llorar, no quiero llorar”, me repito y pienso en la fijación que tengo por las flores...y en el nombre de mi blog.

miércoles, 16 de julio de 2014

Proceso emocional de un hipersensible

Darse cuenta, negar, admitir. 
Desbordarse, desconectarse. 
Racionalizar.
Calmarse. 
Actuar.

martes, 15 de julio de 2014

Danza de espadas

Estocadas. Tú y yo estamos jugando una danza peligrosa. Te miro fijamente y doy un paso. Retrocedes, intentando engañarme y haces el siguiente movimiento. Me perturba esa rapidez, esa facilidad para devolverme el golpe. Golpe que no llega a ser, porque lo esquivo, apenas.
Nos miramos atentamente, esperando visualizar quién dará el siguiente paso. Se supone que debo ser yo, pero eso sería demasiado evidente. Así que me paro frente a ti, incrédula de lo que has hecho recién, y simulo mi desconcierto. Tal vez así lo intentes nuevamente y yo gane.
Pero tampoco quieres repetir ese acto arrebatado que te llevó a moverte antes de pensar. Sabes que estaré preparada para el siguiente. Tu corazón palpita ante la incertidumbre de lo que se viene, y el mío corre desbocado ante la certeza del final. Bajas la guardia. Y yo te digo que así no se puede jugar.

Bajo los brazos, abatida y comienzo a pronunciar la frase de derrota, pero en ese instante levanto mi espada y hago el siguiente ataque. Tus ojos me causan gracia, no te lo habías esperado, pero yo tampoco esperaba tu reacción. El siguiente golpe alcanza su objetivo y yo suelto el arma asustada. Te miro con aire de suficiencia y te das cuenta de lo que ha pasado. Has caído en mi trampa, has ganado la batalla, y yo he ganado la guerra.

domingo, 13 de julio de 2014

La hora que precede al alba

¿Será normal? ¿Cómo lo hace la gente cuando descubre este sentimiento nuevo e inexorable?

Me surgen esas preguntas al verme aquí, tipeando palabras, queriendo salir de este paroxismo que me tiene inmóvil, tensa, agotada por no poder dejarlo fluir ni poderlo descartar. La represión ya no es posible, no hay manera de regresarlo al subconsciente y encerrarlo en las profundidades inalcanzables del olvido, porque se ha tomado cada espacio de mi cuerpo y le ha dicho: soy bueno.
Sólo mi piel que hace de represa, le prohibe su expresión al exterior, pero es tan fuerte que lo siento empujando desesperado cada centímetro de dermis, tratando de desbordarse a raudales por mi garganta. Así que me limito a describirlo, buscando una forma de sentirme más tranquila y evitar el descontrol. 

No sé cuánto más pueda soportar.

viernes, 2 de mayo de 2014

Presagio

La madre molía trigo en la piedra, mientras la niña amoldaba el catuto con sus manos heladas. El niño acuclillado al lado del fogón, tiró unas ramitas al fuego y trazó un signo en el aire: los carbones lanzaron chispas que inundaron el lugar. Mal presagio, dijo la madre, sin dejar de mover la piedra, con aire despreocupado. Hacía frío esa noche y el aliento se condensaba al salir de la boca. El niño salió a buscar más leña para avivar el fuego.
Ya volvía con el atado sobre el hombro, cuando el viento iracundo lo hizo retroceder unos pasos revolviéndole las ropas y el cabello. A lo lejos, se oyó un ruido de gritos y relinchos desesperados, y a través de la espesura creyó ver unas luces vacilantes. Adentro, madre e hija se miraron con asombro, todo estaba pasando tal como lo había dicho la machi. 
Al otro lado del monte, el padre que volvía a la ruka pudo ver con más claridad: se acercaban los invasores con sus ropas relucientes, sobre bestias gigantescas. En ese momento, todos tuvieron la certeza de que no alcanzarían a ver el invierno.
 (imagen obtenida de: http://www.fund-edlb.org/postales.htm)