miércoles, 18 de febrero de 2009

El Vergel

“No me olvides”, gritaban las flores a los pies del monte, y el olor a violetas impregnaba el aire.Siempre quise dejar algo para que los que fueran después leyeran mi nombre; para cuando regresara a ese lugar.
Nunca lo hice.
Pero, no importa, aunque los pinos me olviden, y ese río no sepa quién soy; aunque las violetas silvestres mueran y nunca me vean, en mi memoria estarán siempre grabadas, listas a saltar a mi conciencia en cuanto huela o vea algo similar.
Me acordé de todo esto uno de los tantos días en que volvía al departamento. Santiago está plagado de olores, aromas y hedores... pero son los aromas los que más me llaman la atención y que me alegran la caminata. El aroma del azahar, de los ciruelos, de los lirios y de las rosas, y de tantas otras plantas cuyo nombre desconozco, pero que no olvido.
Fue uno de esos olores medio silvestres -medio domesticados- el que me llevó volando a Angol, a mi infancia, a aquellos días luminosos bajo los pinos y entre los eucaliptus de El Vergel.

Este fin de semana mi hermana viaja, tal vez le pida que me traiga una de esas flores.

Sábado 18 de octubre de 2008

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